21 diciembre 2012

Cuidado con las galletas



 
 - ¡Mamá, cuenta otra vez la historia de Caperucita y el lobo!- gritaron los cachorros desde la madriguera.

- Bien, pero antes quiero que estéis todos amontonados y dispuestos para dormir- sentenció la loba.

- Casterius era el lobo más fuerte y poderoso del bosque. Solía esconderse entre los árboles del camino y asustar a los viajeros. Sin embargo, un día su diversión se trunco por culpa de Caperucita. Una niña repipi, que vivía en una población cercana.  Cuando iba hacia casa de su abuelita, Casterius le salió al encuentro dispuesto a aterrorizarla. Aulló y le enseñó los dientes pero la pequeña ni se inmutó.

- Pobrecito, ¿te has perdido y tienes miedo? - le preguntó mientras se acercaba.
- No estoy perdido y mucho menos tengo miedo. Soy el lobo feroz y hoy vas a ser mi comida- gruñó.
- Vaya, no me había dado cuenta de que tenías hambre. ¿ Quieres unas galletitas?
- ¡Di que no, no!- gritaron asustados los lobeznos.
- No sé…- dijo Casterius mientras olfateaba la cestita- La verdad es que es el aroma más maravilloso del mundo- pensó. 

- Ya sabéis lo que ocurrió- continuó mamá loba- detrás de una galleta vino otra, y otra y cuando se quiso dar cuenta seguía como un perrito a la cruel Caperucita, quien se lo llevó a su casa, le puso un collar de colores y le llamó Toby.
- Ohhh que desastre- señalaron los pequeños.
- Sí hijos, por eso hay que huir de las galletas de los humanos, porque te convierten en un perrito faldero- sentenció la loba.
- Ya, pero están tan buenas- murmuro el más pequeño.







13 diciembre 2012

Flores de invierno


El sol estaba alto pero apenas calentaba y aunque sabía que el frío nos esperaba detrás de la puerta, me invitó con una sonrisa a pasear con ella. Se aseguró de que mi brazo descansaba en el suyo y marcó un paso firme pero delicado. Sentí como la fuerza de su juventud me impregnaba y agradecí al viento gélido que me la trajera, porque, sin ella el invierno dejaría de ser estación para convertirse en condena.
-          No tengas miedo Sofía, yo estaré justo detrás de ti- me explicó mientras me ayudaba a sentarme en un banco.
Era una mañana gris pero a mi alrededor sólo había color. Las flores de invierno siempre crecen en los lugares más inhóspitos. Con una fuerza inexplicable se abren paso entre la nieve que las ahoga, resisten la dureza de los días sin sol y salpican de vida el suelo yermo que las sostiene.
¿Qué sería de nosotros sin las flores de invierno?
-          Ahora Sofía,  grita, grita fuerte por tus derechos- dijo mientras me sujetaba entre sus brazos.

Para todas las flores de invierno, que hacen que el mundo sea más justo.

04 diciembre 2012

Seres racionales

  • -          ¿Los animales leen?- preguntó Mario desde el fondo de la clase.
  • -          No Mario, los animales no son seres racionales- le explicó la profesora.
  • -          ¿ No? Mi abuela dice que su perro sabe mucho, que sólo le hace falta hablar- señaló el pequeño.
  • -          Será porque hace cosas fuera de lo normal pero eso no significa que sepa leer- matizó la señorita Pepi.
  • -          ¡Ah!- exclamó Mario-  Mi tía Amparo dice, que mi tío Lolo es un burro pero yo vi uno este verano en el pueblo y no se parece en nada- añadió
  • -          Eso es una forma de hablar. No significa que sea un burro, sino que hace las cosas como un animal, sin pensar- indicó la profesora
  • -          Yo puedo aullar como un lobo, ¿ puede ser qué sea uno?- preguntó
  • -          No Mario, los animales son eso animales, y los humanos somos humanos. Bueno también somos animales, pero racionales. Ellos no pueden hablar, ni leer, ni pensar con lógica- contestó la señorita Pepi algo mareada.
  • -          ¿No saben pensar? Pues, mi padre dice que los elefantes son los animales más listos del mundo, que tienen mucha memoria y que siempre saben dónde se encuentran sus muertos pero que nosotros no sabemos dónde están y que, así, no se cierran heridas y que mi abuelo es muy viejo para ir buscando la tumba de su padre, qué a saber dónde está.
La señorita Pepi mira desconcertada a Mario, que enfurruñado exclama:
  • -          Vaya lío. Yo por si acaso le enseñaré  a mi tortuga el abecedario, por si algún día quiere ser un ser racional de esos- concluyó.