Al verme abrió su boca para tomar aire y en un suspiro me confesó:
- Las cosas no siempre
salen bien.
Nos han mentido y nos hemos engañado. La verdad, es que las
cosas no siempre salen bien y cuando eso ocurre es fácil que olvidemos
respirar.
Es por eso que duele el pecho, es esa la razón de que el corazón galope dentro
de la garganta y que el cansancio nos obligue a andar a gatas.
Las cosas no siempre salen bien. Los finales felices sólo duran el tiempo que
tarda en llegar la siguiente parte de la historia, de nuestra historia, esa que
vamos forjando con cada dolor y alegría.
Y aunque esto parezca aterrador también es gratificante. Hay
vida detrás del The End y tiene ese
sabor agridulce que tanto nos engancha. Es la promesa de un volver a empezar,
es el privilegio de evolucionar, de crecer y ser, un ser mejor.
Apoyó su espalda en la
mía y dejó caer su cabeza en mi nuca. El movimiento rítmico de mi pecho animaba
al suyo a respirar.
- Las cosas no siempre
salen bien- gritó desgarrada
El llanto le obligó a
dar su primera bocanada de aire y la vida volvió a sus pulmones.
Mientras algunas personas se acostumbran a vivir
con esa sensación de ahogo, que las va languideciendo poco a poco, hay otras que
encuentran la manera de romper la presión que les impide recuperar el aliento.
Y es el recuerdo de esa angustiosa sensación la que les impulsa a absorber su presente sin perderse ni un detalle, interiorizando cada matiz, ya que sólo cuando
experimentamos la agonía de dejar de respirar, entendemos que la vida hay que
disfrutarla a bocanadas, porque las cosas, no siempre salen bien.