28 enero 2013

Bocanadas de aire

Arrastraba aquella enorme maleta como una penitencia. La tristeza de sus ojos y la línea que había secuestrado su sonrisa transformaban la belleza de su rostro en un retrato envejecido.

Al verme abrió su boca para tomar aire y en un suspiro me confesó:

- Las cosas no siempre salen bien.


Nos han mentido y nos hemos engañado. La verdad, es que las cosas no siempre salen bien y cuando eso ocurre es fácil que olvidemos respirar.

Es por eso que duele el pecho, es esa la razón de que el corazón galope dentro de la garganta y que el cansancio nos obligue a andar a gatas.
Las cosas no siempre salen bien. Los finales felices sólo duran el tiempo que tarda en llegar la siguiente parte de la historia, de nuestra historia, esa que vamos forjando con cada dolor y alegría.
Y aunque esto parezca aterrador también es gratificante. Hay vida detrás del The End y tiene ese sabor agridulce que tanto nos engancha. Es la promesa de un volver a empezar, es el privilegio de evolucionar, de crecer y ser, un ser mejor.
Apoyó su espalda en la mía y dejó caer su cabeza en mi nuca. El movimiento rítmico de mi pecho animaba al suyo a respirar.
- Las cosas no siempre salen bien- gritó desgarrada

El llanto le obligó a dar su primera bocanada de aire y la vida volvió a sus pulmones.

Mientras algunas personas se acostumbran a vivir con esa sensación de ahogo, que las va languideciendo poco a poco, hay otras que encuentran la manera de romper la presión que les impide recuperar el aliento. Y es el recuerdo de esa angustiosa sensación la que les impulsa a absorber su presente sin perderse ni un detalle, interiorizando cada matiz, ya que sólo cuando experimentamos la agonía de dejar de respirar, entendemos que la vida hay que disfrutarla a bocanadas, porque las cosas, no siempre salen bien.

14 enero 2013

¿De qué hablan las sonrisas?



El hombre lucía una inquietante sonrisa colgado en aquel cartel publicitario. Era una expresión inerte, fría y extrañamente conocida.
El tren llegó y vi la mía reflejada en las puertas acristaladas. Pensé, que ese rasgo mostraba mi parte más amable.
Cinco niñatos arrollaron a los viajeros, que esperaban delante de la puerta. Sólo uno de ellos me ofreció pasar primero. Tenía una sonrisa sincera.
Al llegar a mí destino, él estaba en el andén.
Mi mente gritó:
-          ¿Ves? Ha venido a recogerte. Aún te quiere.
Pero al mirar su sonrisa descubrí horrorizada que era inerte, fría…
Las sonrisas no engañan. Lo hacen los pensamientos.