17 abril 2013

Ya no será

Con este hermoso poema de Ida Valariño os dejo unos días mientras la musa y yo nos tomamos un café e intercambiamos impresiones.
Es duro, directo pero caliente y certero.
Sé que lo vais a disfrutar tanto o más que yo.








Ya no será
ya no
no viviré contigo
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

04 abril 2013

Los recuerdos que duermen no deben despertar


Como todos los días, esperaba el tranvía de vuelta a casa cuando desde el oeste de la calle llegó un vaquero cabalgando torpemente sobre una bicicleta teñida de negro y con las ruedas desgastadas. Una dama desenfocada dormitaba sobre su sombrero mientras se aferraba con fuerza a una botella, que lucía como si de un bello bolso se tratara. Hablaron de su hija y del regalo de cumpleaños que tan torpemente habían perdido en el barrio del juego y del soñar despierto. Brindaron por la ingenuidad de la infancia y de las vecinas de buen corazón, que pagaron, sin saberlo, el último pico.

Con el siguiente trago olvidaron a la niña y su fiesta pero yo me quedé enganchada a su recuerdo. La imaginé jugando, creando un mundo donde sus padres eran héroes, aventureros y fue con sus ojos y los míos como pude contemplar la realidad idílica y deformada que aquellos personajes ofrecían. Es cierto que no eran más que dos pobres desgraciados, cuyas decisiones les habían llevado a ese punto de derrota pero también eran un vaquero y una dama viviendo las hazañas que su hija soñaba mientras les esperaba en casa de la vecina.

La inocencia nos protege el tiempo suficiente hasta que la mente madura para seleccionar aquello que recordará y lo que permanecerá dormido. Es este el secreto de nuestra enorme capacidad de soportar el dolor y es que sólo aguantamos aquello que es posible, lo demás es escondido para nunca ser encontrado.
La pequeña crecerá y la realidad le golpeará duramente. Tendrá que decidir el camino que quiere andar y en el trabajo de forjarse a sí misma será vencida numerosas veces por vivencias dolorosas. Sin embargo, la imagen de un vaquero y una dama que cabalgan al oeste de la calle le ayudarán a saber, que sólo deben permanecer despiertos los recuerdos que nos permitan seguir soñando.